domingo, diciembre 11, 2011

ROBERT CAPA EL HOMBRE Y EL MITO VI

Robert Capa con casco

EL SIMPÁTICO ENEMIGO

Por Richard Whalen

Como parecía que el único antídoto efectivo para su dolor era la vida intensamente vivida -el peligro, la aventura, el contacto con sus camaradas- que podía encontrar en el frente, Capa se relanzó con más denuedo que nunca a los reportajes de guerra: la victoria republicana de Teruel a finales de 1937, la guerra chino-japonesa de 1938, la caída de Barcelona en 1939, el bombardeo de Londres en 1941. Cuando, en la primavera de 1943, llegó al norte de África, se había convertido en una especie de leyenda internacional. Valiente, despreocupado, ingenioso, fácilmente aceptado por todos como uno más, un hombre que jugaba al póker con los soldados, que compartía los peligros del combate, había sabido ganarse la simpatía de todos. Aquel “simpático enemigo” (después de todo Hungría estaba en guerra contra los Estados Unidos), con su uniforme fuera de la norma (confeccionado por un sastre de Bond Street, que tenía unas ideas personales en relación con la manera cómo debía ir uniformado un corresponsal americano) y su fuerte acento extranjero, equipado con cámaras en lugar de armas, iba voluntariamente al frente. Los oficiales admiraban a Capa por su aparente despreocupación y su buena suerte, y lo invitaban a peligrosas misiones. Tenían la impresión de que su presencia les era favorable.

Durante el resto del tiempo que duró la guerra en Europa, Capa asistió a muchas de las invasiones y campañas más importantes: Sicilia, Nápoles, el valle del Liri, Anzio, el día D en la playa normanda de Omaha, la liberación de París, la batalla de las Ardenas, el salto aliado del Rin en Wesel, Leipzig. Ya empezaba a parecer que todas las fotografías de guerra eran suyas. Para muchos pasó a convertirse en la quintaesencia del fotógrafo de guerra, el que eclipsaba a todos los demás. Resulta revelador qué, cuando me entrevisté con el famoso corresponsal de guerra y caricaturista Bill Mauldin, me dijo que había cruzado, junto con Capa, el río Roer. Quedé sorprendido, porque yo ignoraba que Capa hubiera asistido a aquella operación, pero su descripción fue tan detallada que me lo creí. Mauldin me habló de las fotografías con tantos pormenores que cuando por casualidad las vi en LIFE, las reconocí al momento. Habían sido tomadas por George Silk. Seguramente a Capa le habría divertido la anécdota; a Silk, probablemente no tanto.

Fuente: Revista Foto Profesional nº 40 – Abril de 1986