viernes, noviembre 11, 2011

ROBERT CAPA EL HOMBRE Y EL MITO V

Gerda Taro fotografiada por Capa

Por Richard Whalen
MARCADO PARA SIEMPRE
Capa diría más tarde que, al morir Gerda, su propia vida hubo de experimentar una especie de muerte. Tenía la impresión de que le quedaba poca cosa que perder y optó por mantener aquella actitud. A partir de entonces, y a un nivel profundo, se desvinculó de la familia, de los amigos, de las mujeres, del dinero, en una palabra, de la vida. Podía disfrutarse de todos estos bienes, y hacerlo tan plenamente como se quisiera, pero únicamente en el momento presente. Nada de lazos, nada de promesas para un futuro (como ha escrito Martha Gellhok en una narración más o menos literaria de la vida de Capa "éste se aficionó a las prostitutas -o quizá las prostitutas se aficionaron a Capa-, y si le gustaban las prostitutas era porque eran tan independientes como él"). Por una ironía de la suerte, ese distanciamiento de Capa le infundía un aire de extraordinaria libertad, que lo hacía más atractivo que nunca.
Pese a todo se mantuvo distante frente a todas las tentaciones, entre ellas la personificada por Ingrid Bergman con la que vivió una pasión en París, Hollywood y Nueva York entre los años 1945 y 1947. Bergman decidió romper finalmente porque comprendió que Capa no era hombre para el matrimonio. Al final Capa tuvo que llegar a la inevitable conclusión de que el precio que debía pagar para protegerse era el aislamiento y la soledad, pese a que era frecuente verlo rodeado de amigos de lo más divertido y sociable.
Aunque estaba plenamente convencido de que suponía una desconsideración y una falta de buen gusto presentarse ante la gente de otro modo que no fuera alegre y divertido, sus amigos más íntimos conocían su otra faceta, aquello que quedaba en él de aquel Andre Friedman profundamente herido por la muerte de Gerda y marcado para siempre.

Fuente: Revista Foto Profesional nº 40 - abril de 1986