Por Richard Whalen
En diciembre de 1938, fecha en la cual Robert Capa, que por aquel entonces contaba veinticinco años, acababa de pasar dos años haciendo reportajes de las guerras de España y China, la revista británica “Picture Post” publicaba un artículo monográfico de 11 páginas en el que aparecían las fotografías de su última batalla encabezadas por una fotografía del propio Capa, debajo de la cual se leía “El fotógrafo de temas bélicos más grande del mundo: Robert Capa”. La etiqueta hizo fortuna, y Capa -que había hecho reportajes de la II Guerra Mundial, de la Guerra de la Independencia israelí y de la Guerra de Francia contra Indochina- sigue siendo considerado por el común de las gentes un fotógrafo de temas bélicos. Sin embargo cuatro años de investigación para la elaboración de su biografía (publicada por Alfred A. Kanopf, de Nueva York), trabajo que ha comportado entrevistas con más de 150 personas que lo conocieron, así como un estudio concienzudo de todas sus copias de contacto, fotos primitivas e historias seriadas, ha revelado que la obra de Capa no puede catalogarse en términos tan simples.
Fuente: revista Foto Profesional abril de 1986
En diciembre de 1938, fecha en la cual Robert Capa, que por aquel entonces contaba veinticinco años, acababa de pasar dos años haciendo reportajes de las guerras de España y China, la revista británica “Picture Post” publicaba un artículo monográfico de 11 páginas en el que aparecían las fotografías de su última batalla encabezadas por una fotografía del propio Capa, debajo de la cual se leía “El fotógrafo de temas bélicos más grande del mundo: Robert Capa”. La etiqueta hizo fortuna, y Capa -que había hecho reportajes de la II Guerra Mundial, de la Guerra de la Independencia israelí y de la Guerra de Francia contra Indochina- sigue siendo considerado por el común de las gentes un fotógrafo de temas bélicos. Sin embargo cuatro años de investigación para la elaboración de su biografía (publicada por Alfred A. Kanopf, de Nueva York), trabajo que ha comportado entrevistas con más de 150 personas que lo conocieron, así como un estudio concienzudo de todas sus copias de contacto, fotos primitivas e historias seriadas, ha revelado que la obra de Capa no puede catalogarse en términos tan simples.
Fuente: revista Foto Profesional abril de 1986
UN HOMBRE LEGENDARIO
Por Richard Whalen
Al
igual que su obra, el hombre Capa era mucho más complejo de lo que
parecía a primera vista. Conocido como “bont vivant” y amigo de artistas
y directores de cine, escritores famosos y personas del mundillo del
arte -entre los que figuraban Ingrid Bergman, John Huston y Picasso-,
Capa creó y cultivó una fachada exterior de persona exhuberante y
extrovertida detrás de la cual se escondía una gran tristeza y una
inmensa soledad. La vida de Capa estaba marcada por la dualidad -alegría
y desesperanza, éxito y lucha, realidad y leyenda-, dualidad que
sostuvo una guerra constante en su interior.
Robert
Capa era, por naturaleza, un conversador, al que le encantaba deleitar a
sus amigos con anécdotas divertidas sobre sus aventuras, desventuras y
situaciones peligrosas de las que había escapado por los pelos. Y si
añadía o modificaba algunos detalles a fin de conseguir unos efectos
cómicos o quizás dramáticos..., ¿qué importaba? Después de todo, ¡es tan
absurda la vida! El tenía una intuición que le decía cómo podía haber
sido todo. Así pues, ¿por qué limitarse a la mera realidad? Fue así como
nacieron muchas de las leyendas sobre Capa, aceptadas hoy como
auténticas, leyendas que plantean especiales problemas al biográfo,
puesto que la vida de Capa se compone de tantos episodios
improbablemente picarescos, pero reales, que a menudo resulta difícil
separar la realidad de su vida de los mitos que han ido proliferando a
su alrededor.
Fuente: Revista Foto Profesional Nº 40 – abril de 1986
UN SEUDONIMO COMO OPERACIÓN DE MARKETING
Por Richard Whalen
Foto de Robert Capa tomada en Teruel |
El
mismo nombre de “Robert Capa” es ya una falacia. Su verdadero nombre
era Endre (Andrés) Friedmann y había nacido en 1913, en Budapest, donde
sus padres tenían un salón de alta costura. El fotógrafo se fabricó el
nuevo nombre en París, en la primavera de 1936, cuando sus luchas por el
éxito comenzaban a resultarle remuneradoras. Después de varios años de
encargos muy esporádicos (las cosas se le habían puesto tan mal a
finales de 1935 que llegó a escribir a su madre que estaba buscando
trabajo en el cine, “porque he perdido toda esperanza en la
fotografía”), tuvo por fin ocasión de trabajar de manera continuada y de
hacer dinero suficiente para ir tirando sin necesidad de recurrir a
préstamos y artimañas ni a tener que escapar de los sitios donde vivía
en plena noche. Pero como seguía sin estar satisfecho de los resultados,
él y su novia Gerda Taro, idearon un plan. Según contaría años más
tarde (pese a que no todos los detalles resisten el rigor de un atento
escrutinio), decidieron inventarse el personaje de un fotógrafo
americano rico, famoso....y totalmente imaginario, llamado Robert Capa.
Andre, que se hacía pasar por operador de laboratorio de Capa, sería
quien haría realmente las fotos que Gerda, que trabajaba para una
agencia de fotografía, se encargaría de vender como originales de Capa.
Si algún editor quería ver a Capa o entrevistarse con él, ya se
encargaría Gerda de inventarse una excusa para evitar el imposible
encuentro.
Al
principio la treta dio resultado, o por lo menos así lo cuenta la
historia. Gerda en su papel del “fabuloso Capa”, sabía convencer a los
editores parisinos de que sería insultante para la fama internacional de
su cliente que sus fotografías se vendieran por menos de 150 francos
cada una, tres veces la tarifa habitual. Los editores pagaban de mil
amores las fotografías de “Capa”, las mismas fotografías por las que no
habrían pagado ni siquiera 50 francos de haber sabido que eran obra de
un emigrado llamado Andre Friedman. Es un hecho, como ya sospechaba
Andre, que nada sabe bien si no está por medio la ilusión del éxito.
Fuente: Revista Foto Profesional nº 40 abril de 1986
EL PRECIO DE LA LEYENDA
Por Richard Whalen
Foto de Robert Capa tomada en Teruel |
Cuando
Andre se propuso hacer reportajes de la Guerra Civil española, empezó
presentándose como Capa, apropiándose de ese modo la personalidad y el
destino de aquel personaje imaginario. Si la nueva identidad le abría
nuevas puertas (no en vano el nombre tenía sonoridades hispánicas),
también imponía exigencias, ya que a partir de entonces sus
realizaciones (por lo menos a la hora de referirlas) debían estar a la
altura de la fama de Robert Capa, cuya identidad había sido urdida en un
primer momento. Corrió enormes riesgos en Madrid en ocasión de los
bombardeos y en sus incursiones al frente, y las fotografías que había
obtenido eran soberbias, pero esto no bastaba. Entendía que sus
fotografías debían ir acompañadas de historias de peligros exagerados,
por muy buenas que aquellas fueran en sí. En cualquier caso, el taimado
Capa estaba convencido de cuanto más pudiera convencer a sus editores de
que había puesto en peligro su vida para sacar las fotografías, más
obligados se sentirían a pagarle bien. Urdir una leyenda no era solo una
manera de entretener a sus amigos, sino también un negocio. La leyenda
se pagaba.
Sin embargo
esta actitud no influía en nada aquella idea de la cual estaba cada día
más convencido de que en la guerra había algo más que acción y
aventura. Las fotografías tomadas en Madrid durante los primeros días
del sitio dejaban perfectamente aclarado que estaba empezando a
comprender que la verdad sobre la guerra no estaba solamente en el calor
de la batalla, en la fachada oficial, sino también al margen de los
acontecimientos, en los rostros de los soldados que soportaban el frió,
la fatiga y el aburrimiento detrás de las trincheras, o de la población
civil, castigada por el miedo, el sufrimiento y la muerte. Pese a que
Capa ha sido clasificado básicamente como un fotógrafo de temas bélicos,
en realidad fue, a lo largo de toda su carrera, fotógrafo sobre todo de
seres humanos, y muchas de sus fotografías de guerra (incluso las
tomadas en el fragor de la batalla) no son tanto crónicas de
acontecimientos como estudios extremadamente comprensivos y compasivos
de personas sometidas a condiciones extremas de tensión. Como escribía
John Hersey en 1947, es muy cierto que “por encima de todo -que es lo
que muestran sus fotografías-, Capa, que tantas energías había gastado
en fraguar invenciones en torno a su propia persona, sentía una simpatía
profunda y humana por los hombres y las mujeres que son prisioneros de
la realidad”
Fuente: Revista Foto Profesional nº 40 abril de 1986
LA ESPOSA MUERTA
Por Richard Whalen
LA ESPOSA MUERTA
Por Richard Whalen
Gerda Taro y Robert Capa |
Capa
enseñó a Gerda Taro a usar la cámara y durante buena parte del primer
año de la Guerra Civil española trabajaron como colaboradores, primero
publicando su obra conjunta bajo el nombre de “Capa”, después con sus
nombres unidos por un guión y, finalmente, publicando cada uno por
separado sus propios reportajes. Al morir Taro, aplastada por un tanque
republicano fuera de control, en la batalla de Brunete, en julio de
1937. Capa se sintió desolado por aquella desgracia. Parece que en algún
momento de aquella primavera había pedido a Gerda que se casara con él y
que ella lo había rechazado (a lo que se ve, a medida que la
independencia profesional y el prestigio de la joven iban en aumento,
crecía también su independencia emocional) pese a todo, Capa seguía
profundamente enamorado de ella y, de hecho, se convirtió en su esposa
muerta. En efecto, después de muerta, nada impidió que Capa pudiera
decir a la gente que estaban casados, y es indudable que él se sentía
tan unido a ella como si lo hubieran estado realmente.
Muchas
de las cosas que había visto y vivido ese joven de veintitrés años le
habían enseñado que era demasiado peligroso estar demasiado apegado a
las cosas o a las personas, puesto que suponía un riesgo de terribles
dolores. Su exilio de Hungría por actividades izquierdistas a los 17
años lo había separado de su familia. Tanto en Berlín (de donde había
tenido que salir al acceder Hitler al poder) como en París aprendió
todavía más cosas acerca de la temporalidad y la muerte. En España por
otra parte, también tuvo que ser testigo de toda suerte de calamidades.
FUENTE: REVISTA FOTO PROFESIONAL Nº 40 ABRIL DE 1986
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